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Sordo pero rico, muy rico, pero muy sordo

Ciao ragazzi,

El Rey Juan VI de Portugal era rico, muy rico, como todo Rey rico y Rey.
Pero tenía un problema. Era medio sordo (bastante).

Por ejemplo:
22 de mayo de 1818.
Lisboa.
Palacio Real, sala del Trono.
18:37 hs.

– ¿Su majestad qué quiere comer esta noche?
– ¿Qué?
– Que qué quiere comer esta noche
– ¿Quién?
– Usted
– ¿Qué?
– QUE-QUÉ-QUIERE-COMER-ESTA-NOCHE


Hacia principios del siglo XVII se habían empezado a diseñar y construir “aparatos” para que conversaciones como la anterior sucedieran con menos frecuencia.

Pues, esos “aparatos” eran bastante ostentosos, especies de trompetas que se acercaban al oído para capturar mayor cantidad de sonido.

Pero como Juan VI de ostentoso no tenía nada, pero tampoco era tonto, empezó a estudiar y estudiar y estudiar hasta que se le ocurrió una genialidad (fenómeno que se da siempre menos en los Reyes).


Pues, nada de trompetas, tubos o cosas por el estilo para meterse en el oído.
Difícil que te tomen en serio con un trombón incrustado en la oreja y encima mirando por el otro lado.

Y aquí viene la genialidad:

Juan VI no solo quería entender bien las cuestiones diplomaticas y elegir las comidas que más le gustaban. Él también quería escuchar lo que se decía más lejos, por ejemplo del otro lado de la sala.

Por ejemplo esas dos señoritas que hablan detrás de los habanicos ¿de qué hablan?

Y ese Don Antonio de la Parilla que se está comiendo todo el buffet y no para de hablar con la boca llena?
¿Qué está diciendo a Lord Chambella que se está tomando todo el Oporto etiqueta especial 1817?


El Rey Juan VI encontró la manera de escucharlo todo, estando sordo y sentado.


¿Qué hizo?


Esa genialidad la encuentras en la pág. 62, capítulo 2.1 de mi libro
“Teatrofonia Vol.1 – lo sonoro como arte y diseño”
 Ed. Wolkowicz.

Lo puedes conseguir AQUÍ:

Forza Tutti